Concentrado y decidido, el patrón suizo ha llevado a cabo una excelente salida a bordo del velero Mirabaud
Dominique Wavre y el resto de participantes de la Vendée Globe han puesto rumbo al océano en solitario, dejando atrás tres semanas de multitud de público congregado en el puerto de salida de Les Sables d’Olonne, que ha recibido a más de un millón de personas en este periodo.
La jornada de la salida comenzó con la tradicional procesión de 35 minutos a lo largo del canal de Port Olona, ante una multitud de 150.000 personas reunidas en la población francesa, según cifras oficiales. Dominique Wavre saboreó el momento de la salida, mostró una gran sonrisa e hizo alarde de su gran forma en todo momento. Antes de soltar amarras, explicó que se trataba de “un momento muy fuerte. La culminación de una parte importante de mi vida, muy densa”, antes de exclamar: “Cuidad de la tierra mientras nosotros nos ocupamos del mar”.
La salida de desarrolló bajo un viento de unos 10 nudos, irregular en fuerza y dirección. La mayor parte de los regatistas se lanzaron a la línea de salida como si se tratara de una prueba olímpica, y cuatro de ellos se vieron obligados a repetirla por atravesar la línea de salida de forma prematura. Dominique Wavre en cambio llevó a cabo una salida de libro, cruzando la línea de salida en la segunda señal de cañón, perfectamente emplazado en el corazón del grupo líder de la prueba.
La ruta es larga: 24.000 millas, y las posiciones al final de la primera jornada son anecdóticas. La primera noche de regata se anuncia como una prueba de velocidad en línea recta a través del Golfo de Vizcaya. Los competidores se enfrentarán enseguida a la primera dificultad estratégica de la regata: seguir a lo largo de la costa portuguesa en busca de los alisios del nordeste que se presentan evanescentes, o dirigirse hacia el oeste, a 90 grados de la ruta directa, en busca de los vientos del oeste que se prevén. Una elección complicada, que podría ser determinante.