La hora del balance

Dominique Wavre y Michèle Paret están descansados y duchados. Dominique ha consumido una dosis de filetes de ternera argentina proporcional a la falta de comida fresca sufrida desde su salida de Barcelona el pasado 31 de diciembre, y ahora es momento del primer balance: “Desde nuestra llegada a Mar del Plata hemos estado totalmente concentrados en las tareas administrativas y los trámites aduaneros para la repatriación del barco, así que no hemos tenido realmente tiempo de hacer balance, pero lo que está claro es que hemos pensado mucho en estos últimos tres meses”, comenta Dominique.

La primera lección aprendida es que el Mirabaud ha estado en plena lucha desde el primer y hasta el último día y en lucha por una plaza sobre el pódium hasta el momento en que rompió su mástil. Sus co-patrones nunca dejaron de presionar y lo dieron todo en un contexto a veces difícil. “La situación de esta regata ha sido muy particular”, confirma Dominique: “Para nosotros ha habido momentos muy precisos que han desempeñado un papel determinante en el conjunto de la regata. De forma general, pienso que hemos navegado bien. No tengo mucho de lo que arrepentirme en cuanto a las opciones estratégicas elegidas y además hemos conseguido mantener el barco en muy buen estado de cara a la subida por el Atlántico y el sprint final a Barcelona, pero también hemos vivido situaciones que nos han afectado mucho, empezando por el control de los aduaneros marroquíes antes de llegar a Gibraltar. Más tarde nos encontramos con el anticiclón de Santa Helena, al que llegamos simplemente en el mal momento y no pudimos hacer gran cosa al respecto. Más tarde nos topamos con las puertas de seguridad destinadas a protegernos de los hielos flotantes a las que llegamos a menudo en el momento en que se formaba un anticiclón. Las puertas han sido una verdadera autopista de peaje, desprovista de opciones estratégicas. Hemos tenido verdaderamente mala suerte. Y para colmo, los problemas de salud de Michèle, que nos forzaron a levantar el pie del acelerador. Por último la rotura del mástil justo cuando Michèle empezaba a encontrarse mejor y nuestro velero estaba en perfecto estado”.
“Todo esto ha sido bastante frustrante, pero yo me quedo sobre todo con el recuerdo de una bonita regata, durante la que hemos estado ahí delante sin parar y en la que nos lo hemos pasado muy bien. Además, con Michèle ha existido una complicidad y una solidaridad más fuerte que nunca. Y para concluir, decir que el Mirabaud ha demostrado ser un barco excelente, muy rápido bajo determinadas circunstancias y polivalente”.

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