El Mirabaud se encuentra actualmente en ruta hacia el cabo de Hornos a una velocidad relativamente moderada, con Michèle en reposo por la anemia que sufre. Dominique lleva el velero en solitario hacia el cabo de Hornos bajo condiciones muy complicadas, con un viento que supera en ocasiones los 40 nudos y una mar gruesa. “La situación está bajo control”, comenta Dominique, que añade: “Evidentemente no es lo ideal y Michèle preferiría estar a mi lado en el puente de mando, pero tenemos que acostumbrarnos a esta situación. La seguridad y la salud son lo más importante”.
Dominique ha bordeado el cabo de Hornos en siete ocasiones, mientras que Michèle ha navegado por delante del cabo dos veces. “Me acuerdo de mi primer paso por Hornos con emoción”, recuerda Michèle: “Navegaba a bordo del Maiden, el antiguo Disque d’Or III de Pierre Fehlmann. Pasamos muy cerca del cabo, de día, con 15 nudos de viento y bajo un sol magnífico. Bebimos champán y cantamos, fue un momento genial. Éramos la primera tripulación femenina de la historia en pasar Hornos. En cambio, en la primera edición de la Barcelona World Race, con Dominique, llegamos de noche y no vimos nada.
Es un lugar muy especial, mítico… Las condiciones son duras y antes de llegar a Hornos tenemos que cruzar un desierto líquido enorme y muy hostil. Sabemos que estamos en un lugar al que no pertenecemos debido a las condiciones, en el que simplemente se nos tolera. Pasar el cabo de Hornos significa aflojar la presión. Sabemos que lo más duro y lo más peligroso se encuentra a nuestras espaldas.
Además, el cabo de Hornos es un cementerio de barcos y de tripulantes, así que forzosamente pensamos en ello al cruzarlo y existe un aspecto de ‘recogimiento’ que para mí es importante. Amamos el gran sur, su belleza y su dureza, pero es todo un alivio dejarlo atrás”.
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