La Vendée Globe se aproxima a grandes pasos y Dominique Wavre acaba de recorrer no menos de 1.812 millas náuticas, equivalentes a 3.358 kilómetros, en el Golfo de Vizcaya y el Atlántico Norte como aperitivo para lo que se acerca.
“El objetivo de esta navegación era reconectar con la navegación oceánica, sumar millas, trabajar las maniobras y los polares del velero (la velocidad teórica a ritmos diferentes y con distintas configuraciones de velas). He aprovechado además para establecer una nueva lista de tareas que debo llevar a cabo antes de la salida de la Vendée Globe”, explica el patrón suizo.
Dominique largó amarras desde La Rochelle el pasado 8 de agosto, acompañado de Michèle Paret, quien tenía prohibido tomar la caña del timón en esta ocasión. “He acompañado a Dom el solitario con el objetivo preciso de ser pura observadora”, explica Michèle. “El hecho de contar con la perspectiva necesaria para juzgar la marcha del barco y de levantar los ojos del puesto de mando, me ha permitido hacer trabajar mi imaginación y observar las situaciones hasta en los más mínimos detalles. Mi espíritu ha tenido la suficiente libertad como para buscar y encontrar soluciones, pequeñas cosas que añadir aquí y allá con el objetivo de facilitar las maniobras, hacerlas más ergonómicas, menos arriesgadas y para poder mejorar la vida a bordo en general”.
El Mirabaud, ahora bajo la configuración “Vendée Globe”, con sus diez velas reglamentarias a bordo, puso rumbo en un primer momento hacia una depresión situada en el norte de las islas Azores, donde navegó en ráfagas de hasta 25 nudos. “Se trata de una pequeña depresión de verano; nada grave”, precisa Dominique. A continuación, Dominique, acompañado de Michèle en su papel de discreta observadora, puso rumbo hacia La Rochelle, en Francia, a buen ritmo y bajo espí asimétrico.
“Entre las pruebas llevadas a cabo, he podido sobre todo probar mi nuevo asiento, que me permite descansar al tiempo que me mantengo próximo a los instrumentos de navegación. He probado además nuevos sistemas informáticos y he pasado revista a todas las maniobras posibles. Michèle no me ayudó en ningún momento, salvo una excepción: compartimos juntos los platos de comida liofilizada que llevaré conmigo durante la Vendée Globe”.