Dominique Wavre y Michèle Paret llegaron el pasado viernes a Le Havre a bordo del Mirabaud tras salir de La Rochelle tres días antes. Desde entonces se han adentrado progresivamente en un estado de espíritu de competición. A pesar de que aún no han entrado totalmente en su “burbuja” todos los elementos a su alrededor les recuerdan que el cronómetro está en plena cuenta atrás.
Dominique y Michèle no tienen otra opción: el público desfila ante los veleros, las peticiones se suceden y los flashes se disparan, al tiempo que ellos siguen trabajando duro para poner a prueba los últimos detalles y llevar a cabo las últimas verificaciones. La tensión va en aumento.
“La lista de cosas que debemos chequear disminuye a medida que pasan las horas”, explica Dominique, que añade: “Nos encontramos en el punto de fijarnos en los detalles, y hay un
montón. Ayer por la tarde, Michèle subió al mástil para colocar las protecciones anti-tormenta sobre las crucetas, nuestro aparejador trabaja sobre la jarcia de labor y coloca marcas visuales. Yo he comenzado a introducir en nuestro sistema los datos de la salida y del comienzo de la regata. Hace muy buen tiempo, así que preferimos anticiparnos y llevar a cabo la máxima cantidad de trabajo ahora que el tiempo permite trabajar con condiciones agradables”.
Toda la semana proseguirá a este ritmo, con una intensidad creciente conforme pasan los días, pero Dominique y Michèle se encuentran lo suficientemente tranquilos como para tomar un respiro: la final del mundial de rugby del domingo. “Es una pena que Francia perdiera”, comenta el suizo.
La prioridad, sin embargo, se encuentra hacia el oeste: el canal de la Mancha en primer lugar, más tarde Finisterre y las Azores, según las opciones… “Nuestro objetivo es ante todo navegar bien y sentirnos satisfechos con nuestra elección, nuestras maniobras y nuestro recorrido. Si esto es así, se verá reflejado en los resultados y podríamos incluso contemplar subir al podio, pero prefiero fijarme objetivos de rendimiento, más que en el puro resultado”.